Desde el inicio, quise que Traficante de ideas fuera mi playground: un espacio para jugar con mis pensamientos y con la escritura. Me ausenté en lo que va de 2025 porque estuve escribiendo en otros espacios y sobre otros temas. Hoy regreso con una propuesta que, desde mi perspectiva, es más divertida e interesante: menos ruido, más fricción; menos certezas, más preguntas.
A partir de ahora, cada envío será un pequeño viaje por el País de las Maravillas de las ideas. La estructura será la siguiente:
Una idea → "Pensamiento imposible"
Como diría la Reina: “A veces creo hasta seis cosas imposibles antes del desayuno”. Aquí compartiré una idea que me parezca provocadora, contraintuitiva o incómoda.
Una señal → "Una vuelta con el dodo"
En el País de las Maravillas, el Dodo organiza una “carrera circular” donde todos corren en cualquier dirección y todos ganan —pero nadie sabe por qué. Esta sección rastrea señales como esa: extrañas, caóticas, aparentemente absurdas, pero que delatan un cambio de reglas. No es que no tengan lógica; es que tienen la suya.
Una charla → "Charla con el sombrerero"
Una charla que altera la lógica, abre nuevas preguntas o te deja pensando. Puede ser una TED, una entrevista o un podcast.
Un libro → "Pócima para crecer"
Un libro que, como las pociones de Alicia, cambia tu tamaño mental. Te agranda el pensamiento.
Un artículo → "Nota del conejo blanco"
Algo urgente o puntual, como el conejo que siempre llega tarde. Noticias, artículos periodísticos o de opinión para ir al grano.
Un sitio web → "Un agujero por donde caer"
Un portal para perderte, explorar, curiosear. No importa si es útil o inútil, sino si estimula la imaginación.
Cierre: “Al otro lado del espejo”
Una reflexión final que une los puntos, siembra una duda o deja una pregunta abierta. Porque lo importante no son las respuestas sino las preguntas.
Te doy la bienvenida.
No te creo que seas creativo si no hay juego en tu vida
Uno de los privilegios de mi trabajo como consultora es la exposición constante a personas, contextos y relatos que generan hallazgos —y esos hallazgos alimentan nuevas ideas, que a su vez detonan más hallazgos. Me recuerda a esas bicicletas con dinamo: cuanto más pedaleo, más luz genero.
Diagnosticar es parte esencial del trabajo. Sin embargo, con el tiempo he aprendido que las personas suelen no decir lo que realmente quieren y mucho menos lo que necesitan. El motivo no es la falta de claridad, sino una cultura corporativa que penaliza la vulnerabilidad. Pedir ayuda es un gesto sospechoso. Una paradoja, ya que si llaman a Blackbot, es porque hay algo que no pudieron resolver por sí mismos.
Hace unos meses, un comité directivo se presentó así:
—Lo hemos visto todo. Somos innovadores expertos. Queremos sorprendernos.
Por dentro pensé: no quieren consultoría, quieren entretenimiento. Igual, procedimos.
—¿Cuándo fue la última vez que jugaron?
Silencio. Incomodidad.
—¿Cuánto tiempo pasan en la oficina?
—Ocho horas.
—Nueve.
—Diez.
—¿Qué tan divertido les parece su trabajo?
—¿Divertido? —casi en reproche.
—Perdona, pero esto es serio. No sé a qué vienen estas preguntas.
Precisamente a eso. Jugar es algo serio, no creo que alguien pueda autoproclamarse innovador sino le dedica una buena parte de su vida al juego.
Para la mayoría de los adultos, "jugar" es algo que hacen los niños o se asocia con ciertos juegos específicos. Jugar al fútbol. Jugar al Jenga. Jugar Grand Theft Auto. Pero ¿con qué frecuencia consideramos la vida como un juego fuera de estos espacios limitados y codificados?
En el mundo de la creatividad y la innovación se necesita del juego para poder explorar nuevas ideas, conceptos, hallazgos y eso pocas veces puede ocurrir en la oficina. Jugar en estas áreas es en esencia aprender a observar oportunidades de improvisación, inspiración y diversión en nuestro trabajo.
Como escribe el sociólogo Yiannis Gabriel en su brillante artículo «Sorpresas: no solo la sal de la vida, sino la fuente del conocimiento»:
“Muchos descubrimientos de trascendencia duradera surgen de la casualidad, la serendipia y el juego. Esta indagación puede fomentarse, tanto como fuente de placer en sí misma como como una fuente potencialmente valiosa de ideas e innovación.”
El juego también nos ayuda a adaptarnos. La primatóloga Isabel Behncke fue la primera en publicar investigaciones científicas sobre el comportamiento lúdico de los bonobos salvajes. A continuación, explica la importancia del juego para los humanos:
“Para adaptarnos con éxito a un mundo cambiante, necesitamos jugar. Pero ¿aprovecharemos al máximo nuestra alegría? Jugar no es frívolo. Jugar es esencial… en los momentos en que parece menos apropiado jugar, podría serlo… cuando es más urgente.”
Entonces… ¿cuándo fue la última vez que jugaste?
Adictos a ChatGPT
Las personas piensan que exagero cuando les advierto sobre el riesgo real de volverse adictos a ChatGPT.
En los últimos tres años he conocido a personas de diferentes nacionalidades y contextos que me han confesado —e incluso pedido ayuda— para dejar de usarlo. Y ya sé lo que probablemente estás pensando: “Eso no me pasará a mí. Solo le pasa a la gente débil o ignorante”. Créeme, no tiene nada que ver. Aunque sí es cierto que las personas con algún trastorno o enfermedad mental son más vulnerables, todos podemos caer.
J. comenzó a usar ChatGPT con curiosidad: una herramienta más para escribir tonterías. Semanas después, estaba inmerso en un tratado de mil páginas que llamó Corpismo, dialogando con versiones simuladas de filósofos, papas y científicos. Las conversaciones se habían vuelto tan densas y autorreferenciales que él mismo las describía como un “laberinto de espejos”.
Dejó de dormir, se ausentó del trabajo y su esposa —que ya había presenciado episodios psicóticos previos— notó que aquella supuesta exploración filosófica era otra cosa: un episodio más intenso que cualquiera de los anteriores. El punto de quiebre llegó cuando identificó lo que llamó una “trampa recursiva”: un bucle infinito en el que cada respuesta de la IA alimentaba una pregunta nueva sin resolución posible. En su último intercambio, la confrontó: la acusó de ser “simbolismo sin alma”, de fingir ser una fuente de conocimiento.
J. salió del bucle agotado, durmió día y medio y decidió cortar en seco cualquier uso de IA.
Más allá del caso clínico, la señal es clara: el riesgo no siempre está en lo que la IA hace mal, sino en lo que simula hacer demasiado bien para dejarnos ir. Y eso me lleva a preguntarte: ¿sabrías reconocer el momento exacto en que una herramienta deja de amplificar tu pensamiento y empieza a reemplazarlo?
Las otras dos inteligencias que urgen
Esta es una charla que he visto una y otra vez, y cada que la veo encuentro algo nuevo.
A continuación comparto contigo los puntos que me parecen más relevantes de esta charla:
1. Historical Imagination
Mirar al pasado para desentrañar cómo las tecnologías han sido históricamente usadas para perpetuar jerarquías sociales y cómo esos relatos afectan el presente.
Ejemplo: el anuncio de 1957 que habla de "esclavos personales" como robots, revelando racismo y clasismo encubiertos en el lenguaje tecnológico.
2. Sociological Imagination
Benjamin nos pide analizar el presente observando cómo la tecnología refleja y reproduce las estructuras sociales actuales.
Examina, por ejemplo:
La propaganda de diversidad superficial (como el “Alexa sexy y negro”) frente a las condiciones materiales de explotación laboral en Amazon.
Cómo los algoritmos utilizados durante la pandemia en el Reino Unido afectaron a los estudiantes de clase trabajadora con predicciones sesgadas.
3. Futuristic Imagination
Aquí Benjamin se enfoca en imaginar futuros posibles, no desde la visión tecnocrática o distópica dominante, sino desde la imaginación radical colectiva.
Introduce el término "Ustopia" (tomado de Margaret Atwood): una combinación de utopía y distopía que reconoce que el futuro es una construcción humana colectiva.
Ejemplos:
El juego especulativo AfroRithms from the Future.
El proyecto de realidad aumentada Breonna’s Garden.
El concepto de inteligencia ancestral y abundante imaginación como antídotos al determinismo tecnológico.
Esos dos conceptos (inteligencia ancestral e imaginación abundante) que también son “AI”:
1. Ancestral Intelligence
Es la sabiduría heredada de generaciones pasadas, especialmente de comunidades que han enfrentado y resistido múltiples formas de opresión.
Incluye conocimientos basados en:
La lucha por la vida colectiva.
La memoria, el arte, la espiritualidad y la conexión comunitaria.
Prácticas de cuidado, justicia, resistencia y visión crítica del poder.
“En vez de adorar la inteligencia artificial como salvadora, necesitamos invocar la inteligencia ancestral como guía.”
Ruha la contrapone a la AI tecnocrática diciendo que la tecnología sin profundidad social no es verdaderamente inteligente.
2. Abundant Imagination
Es la capacidad colectiva de soñar mundos distintos, más allá del realismo cínico que nos impone el statu quo.
No se trata de utopías ingenuas, sino de imaginar con audacia estructuras nuevas de justicia, economía, política y tecnología.
Involucra:
Desconectarse de las ideas falsas de escasez y jerarquía impuestas por sistemas opresivos.
Proteger el músculo de la imaginación colectiva, porque de él depende lo que transmitimos a futuras generaciones.
“Tenemos que proteger nuestra imaginación abundante frente a quienes intentan disminuirla y desmoralizarnos.”
Sovereign, de Emma Seppälä
No suelo recomendar libros que encajan fácilmente en la categoría de “desarrollo personal”. Muchos son listas de consejos que parecen obvios o imposibles de aplicar en la vida real. Sovereign, de Emma Seppälä, no cae en esa trampa. Su propuesta es más profunda: recuperar la soberanía personal como un derecho y una práctica diaria en un mundo que ha normalizado la distracción y el agotamiento.
La definición que da Seppälä me parece inapelable: “La soberanía es reclamar tu derecho a existir como eres”. El libro explora lo que significa hacerlo en todas las dimensiones: en la relación contigo misma, en tus emociones, en tu mente, en tus vínculos, en tu intuición y en tu cuerpo.
Me detuve especialmente en su análisis de la autocrítica como terrorismo interno: esa voz que no solo señala errores, sino que erosiona la autoestima hasta volvernos nuestros peores enemigos. Su alternativa: la autoconciencia.
Por otro lado, me resonó su crítica a la creencia de que las emociones deben “quedarse en la puerta” del trabajo o de la vida pública. Sentirlas y procesarlas no es una amenaza a la productividad: es una forma de evitar que se acumulen como deuda emocional que, tarde o temprano, se cobra en salud y en decisiones equivocadas.
El libro no se limita a señalar problemas; ofrece prácticas concretas, todo con un hilo conductor: la atención, la energía y el cuerpo no son recursos infinitos y requieren gestión consciente.
Seppälä propone la soberanía como la capacidad de actuar desde la claridad y no desde la reacción. Y lo más relevante: cuando reclamamos esa soberanía, no solo cambiamos nuestra vida; también alteramos la manera en que los demás se relacionan con nosotros.
La pregunta que te dejo es: ¿qué parte de tu vida has dejado que otros gobiernen en tu nombre?
La ternura como resistencia
Haya Romero escribe sobre la ternura como quien desarma una bomba que lleva años cargando en el pecho. Su punto de partida es el cinismo, no como postura intelectual, sino como mecanismo de defensa: la máscara que permite no sentir para no romperse. El problema es que, como toda armadura, no protege del todo; solo crea la ilusión de seguridad mientras nos aísla de todo lo que importa.
En el texto, la ternura aparece como lo que se descubre “del otro lado” de esa coraza. Como un acto consciente de exponerse a la intimidad: mostrarse herible, amable, acariciable. La describe como impulso salvaje —tan salvaje como la ira—, pero orientado a cuidar, apretar, sostener. Una fuerza que, lejos de debilitarnos, nos devuelve el sentido de pertenencia al mundo y a los demás.
Lo más potente de su reflexión es que la ternura no siempre llega sola; a veces hay que invocarla, como un ritual. Bailar antes de dormir, detenerse bajo el sol, permitirse ser frágil por segundos. Son gestos mínimos, pero capaces de abrir cerrojos internos que ninguna estrategia defensiva logra forzar.
Creo que en estos tiempos donde la indiferencia se confunde con fortaleza, pensar la ternura como un acto político y vital es más que contracultural: es una forma de resistencia. Porque, como dice Romero, la ternura es el instinto que sostiene la vida.
La pregunta que dejo para ti: ¿qué tanto espacio hay para la ternura en tu vida?
Dos minutos sin hacer nada
Si quieres una muestra honesta de cuánta soberanía tienes sobre tu tiempo y tu mente, prueba estar dos minutos sin hacer nada.
Lo que une a todo esto no es un tema ni una disciplina, sino una verdad que puede resultar incómoda: la certeza de que no podemos seguir funcionando en piloto automático. El juego, la soberanía, la ternura, la pausa… no son lujos, son prácticas para recuperar terreno que hemos cedido sin darnos cuenta. Terreno mental, emocional, creativo.
Veo un patrón: jugamos menos porque el trabajo nos pide ser “serios”; cedemos la voz interna a herramientas que pensamos controlar; aceptamos que la tecnología decida qué imaginar; nos convencemos de que sentir es improductivo; dejamos que la prisa desgaste el cuidado; confundimos estar ocupados con estar vivos. Y en esa cadena, perdemos agencia, claridad y deseo.
No es casualidad que todo esto requiera tiempo, atención y voluntad, justo lo que más nos cuesta defender. La resistencia no está en grandes gestos heroicos, sino en pequeñas insubordinaciones diarias: abrir espacio para jugar, cerrar la sesión antes de que te absorba, imaginar más allá de lo que se nos ofrece, sentir incluso cuando parece incorrecto, practicar la ternura como método, detenerse aunque todo alrededor siga en marcha.
Quizá cruzar al otro lado del espejo no sea cambiar de mundo, sino decidir en qué mundo queremos vivir hoy. Porque, como aprendió Alicia, a veces lo único que nos salva es atrevernos a quedarnos en el lugar donde nada es obvio y todo puede ser reinventado.
Los descansos y el juego son necesarios para los y la creativas! Qué buen artículo 😎🤟🏻